Vivo entre dos ríos… vienen de bajada, acariciando la topografía, a veces suspendidos en el aire, a veces solo un murmullo.
En donde vivo, se refuerza el río, tomando fuerza de los manantiales, agarrando vuelo del brotar de la Tierra.
Si uno se deja, todo revive aquí. Aislado entre los cerros, las ideas y las emociones se alientan en una bolsa de humedad, me deleito en un enclave tropical. Aquí los colores son más turbios, la vegetación más cerrada, el sonido del agua rebota en la densidad.
Las flores son reflejos de las mariposas. Este revoloteo inspirador de colores ayuda que cada momento en este bosque sea completamente único, cada pensamiento fresco y emoción renovada.
La inmersión a la cañada es un encuentro con las entrañas de la montaña, la mirada se alienta, va hacia adentro. La piel se extiende, el alma se reconoce, juega en las grutas, busca el flujo del agua, las copas de los árboles el pétalo de la flor, la cima del cerro.